De ala a ala me recorres con labios descalzos,
con manos floridas, y ojos astrales.
Tu boca se desnuda los besos,
su vestido de pétalos carmesí se adhieren a mi piel,
y su fragancia de cereza nocturna
inflama, inextinguible, el deseo por tu sangre.
No hay otra delicia
que el fuego ardiendo entre tus labios
que mi lengua atiza sin palabra,
y el aroma de las uvas se desprende
entre beso y beso interminable.
Todas las gotas extraviadas de esta lluvia
descenderá por los jardines de tu piel de alba,
por el claro de tu cuerpo y la sombra de la noche,
y empapada, quedarás vestida de agua y besos.
Enrique Urueta
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