martes, 13 de agosto de 2013

Poema triste n° 2


Me mata muy cruelmente entre su ausencia y su silencio;
Con ese veneno devoto de ignorarme.
Y dejaron de existir mis labios. Ya son cenizos mis besos
Que caen abatidos como fúnebres aves
Que quebraron su alas, que apagaron su deseo de vuelo.

Agoniza el alma. Se rompe el espíritu y con él el cielo
Donde se apilan los melancólicos cadáveres
De los ángeles que alguna vez guardaron desvelo.
Se derrumba el mundo y se apaga mi sangre:
A la sombra de la soledad yo voy muriendo.

Y todo lo que entregué por esos sueños
Que solo me dejaron con hambre
Murió despreciado. Quizás sin recuerdos.
Olvidado en un olvido que hiere la carne
Que me ha dejado frágil el cuerpo.

Así todo va muriendo lento
Cuando acaban las eternidades
Cuando los por siempre caducan sin remedio.
Todo muere ahogado en los mares
De lágrimas que se crearon a través de la muerte de los sueños.


10 poemas tristes, Enrique Urueta

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