Terminó el otoño. Sus hojas se desprendían ansiando poder revivir en algún sueño, o memoria, o en algún triste recuerdo de aquel inmenso árbol que agonizaba lento. Mientras tanto, las eternas mariposas negras, alborotaban la noche y los pistilos, como gélidos suspiros que te hielan hasta el alma. Si, me helaban, me congelaba; la inercia me ganaba, estaba bajo el hechizo de la luna y sus estrellas; eternamente hechizado por la noche que me mataba.
Sólo sin nada mas que unos cuantos recuerdos y tormentos, con besos que aun me duelen, con mordidas que se grabaron como una cuchilla en la carne: imborrable. Todas las cicatrices aun me duelen, mas con este frío al que llamo soledad.
La luna amorfa de mi corazón ahogaba ya sus gritos. El sol no respiraba. Y los planetas se volvieron errantes orbes en mis ojos, gigantes perdidos. La astronomía me resulta nostálgica. Las estrellas me resultan gotas melancólicas de los paramos mas oscuros; una lluvia del cielo mas profundo y negro: Me nutren la tristeza.
-Que hermosa noche- Le oí susurrar a una mujer que cruzó frente mi banca a las 12:21 a.m. Noctámbula. como no mirarla, era hasta el momento lo mejor que había sucedido en este cementerio de recuerdos, aunque no estaba de acuerdo con su comentario. Se percató de mí. Era Lizbeth, la chica de la cafetería.
- Que haces por aquí lizbeth- le dije- es una terrible hora para rondar en un lugar como este. El parque no es seguro, y mas a medianoche.
Se volteo hacia mí.
-Hola, salgo de trabajar - Me dijo - Y pues este rumbo me gusta; es corto y el cielo no lo estropea las luces de la ciudad. Un poco de calma y estrellas me caen bien cuando voy camino a casa.
Me me hizo una seña de despedida y se marchó.
Un poco de calma y estrellas. Mi calma esta perturbada como la luz de las estrellas que miro. Sangran su luz, sangran moribundas en alguna parte, eternamente solas. Supernovas siniestras en alguna parte del universo se adueñan de la calma.
De seguro, en algún punto, la noche me consumirá y seré nada mas que una estrella moribunda de su recuerdo.
Enrique Urueta
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