El mar tenía la misma calma que la del cielo,
Las mismas estrellas y los mismos astros;
Quizás también los mismos sueños.
Todo. Hasta ella como un ángel de cielo y tierra
O quizás como una sirena.
Yo no sé, solo sabía que estaba a mi lado.
Sus huellas eran como besos en la arena,
Como besos que quizás mañana ya no existan
Pero que jamás se olvidan por su esencia;
Así sus huellas en la arena mojada
O en la seca, o donde quiera que pisara.
Yo no sé, solo sentía que se imprimían en mi vida.
Y para qué hablar de su mirada.
Buscaba cautivar el horizonte,
O tal vez veía a aquella gaviota rezagada
que volaba hambrienta de las nubes todavía,
O tal vez me miraba de reojo con ironía.
Yo no sé, solo les diré que no pude dormir aquella noche.
Enrique Urueta
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