I
Bonanza
nocturna
La luna
se alzaba más grande que nunca. Es tan grande como mi soledad y mis sueños
juntos. Simplemente esplendida. Majestuosa. La noche mas hermosa que haya
sentido. Si, sentido. Si hay algo que me ha dejado el amor es el sentir las
cosas; no se ven ni se tocan, sino se siente. Su esencia se percibe.
"La
noche esta estrellada y tiritan azules, los astros a lo lejos." Decía el último
poema. "La noche está estrellada y ella no está conmigo." Que mas
miro en esta noche temprana y solitaria sino unas estrellas titilantes en la
oscuridad superflua de este mar, hermosas estrellas multiplicadas, dos lunas en
este tierra como ojos nacarados. Mi cerveza esta fría y siento algo de paz. Fue
buena idea venir a la casa de la playa, sentarme en esta vieja terraza y mirar
el mar, el cielo, los ángeles adheridas a él.
Ojalá
estuviera aquí. A ella le gusta la noche. Quizás por eso me gusta a mí ahora.
Antes pensaba que la noche era para dormir, o festejar, o aprovecharlo para
tener sexo en plena oscuridad. Ya no. La noche es para soñar, para buscar paz
en el desvelo, o para hacer el amor, un arte que se hace a oscuras. Pero se
fue, y me dejo esta noche estrellada, esta paz en la soledad y algo de
nostalgia. Ojalá también se fuera de mi memoria. Necesito otra cerveza.
Que
tranquilidad. Le doy un sorbo a mi cerveza, me paro en el límite de la terraza
y miro el horizonte estrellado. ¿Cómo besan las estrellas en los puertos? ¿Cómo
es un beso de luz y mar? ¿Qué es un beso? posiblemente, es el más simple acto
de amor y confianza que exista. Simple por ser pequeño, como una gota en la
vida, una esencia necesaria de amor para vivir. Que aguacero me dejó; me besaba
mucho... me amaba mucho (eso decía), pero se terminó yendo. Pero aquí estoy,
mirando como las luces besan las aguas, como la luna, entre tantos
sueños, aún me mira. No hay más que esperar de esta noche de insomnio y
desvelo. Puedes dormir tranquila, pues aún te amo.
II
La doncella
del mar
Escribo:
"El
mar tenía la misma calma que la del cielo.
Las
mismas estrellas y los mismos astros;
Quizás
también los mismos sueños."
Que
larga noche oscura y solitaria me espera; que desvelo de nostalgia. Ojalá
estuviera conmigo. Aunque sea un alma en este puerto, que alguien este conmigo.
Tiro estos versos al océano, al abismo de agua donde duermen todos los sueños
que poseo. Ojalá alguien estuviera conmigo; un sueño siquiera, un anhelo, lo
que sea. La soledad me pesa, las memorias, este olvido en el que me ha
condenado. Ojalá pudiera condenarla del mismo modo. Estoy solo. Hay algo de
lamento en mi corazón aún. A esta altura de la noche la calma se convierte en
angustia que la soledad construye.
Pasan
las 11:00 p.m. En el cielo la luna se va moviendo, su reflejo tiembla en el
agua, entre las suaves olas del océano. No hay nada mas que mirar en esta noche
sino este vacio estrellado... y el pasado. Me siento en las escaleras de la
terraza, mis pies tocan la fria arena, tomo mi cabeza con las manos, cierro los
ojos y revuelvo el cabello con lamento. Suspiro. Inclino la cabeza hacia el
lado derecho, abro lentamente los ojos y miro a alguien caminando a la orilla, acercándose
aquí, a mi soledad.
La luna
le ilumina el sencillo vestido blanco que lleva puesto, resalta su largo
cabello negro entre toda la oscuridad que hay. Se abriga con sus brazos, y
disfruta, descalza, las aguas tibias del golfo, mientras su mirada se pierde
entre las estrellas. Camina cada vez mas despacio, como deteniéndose.
¿Qué
mira más allá del oscuro horizonte? Cruje el escalón donde me he sentado. Se
percata de mí, pues me ha mirado de reojo por sobre su hermoso hombro.
Esbozo una mueca de sonrisa. Regresa su mirada al océano.
Se persignó
para sí. Giró y me mira desde la orilla. No será mas de veinte metros la
distancia entre nosotros, y un profundo silencio. El silencio entre dos
personas es el peor de todos los silencios. Tan incomodo, como si la soledad
nos avergonzara.
―Hermosa
noche ― Dije rompiendo el silencio tan incomodo.
―Si,
¿Verdad? ― Dijo con una leve sonrisa.
―¿Eres
de por aquí? ― Pregunté.
―He
caminado mucho por la playa desde que la noche cayó. Hasta aquí me han traído
mis pasos.
―...O
el destino. ― agregué.
Me sonrió.
Le sonreí.
―Debes
tener sed después de una larga caminata. ¿Te puedo ofrecer algo?
Acomodó
su cabello...
―Si.
Agua estaría bien.
―Bien.
Iré por tu agua. Mientras tanto, adelante. Pasa.
Fui
hasta la cocina por su vaso de agua fresca. La observé todo el tiempo, pues
había en ella algo, algo que tenía mis ojos atentos, extrañados.Al parecer la noche siempre trae a alguien cuando dejas abierta la puerta.
Volví
con el vaso de agua, se lo entregué mirando esos ojos tan familiares, y chocamos
nuestras bebidas.
―Salud―
dijo.
―Por el
destino― agregue.
Rió
―Por
mis paso que me trajeron hasta aquí.
Bebimos,
ella su agua y yo un buen trago de cerveza.
Era
extraño todo esto. Su hermosura, su forma de haber coincidido, de haber
aceptado, de tenerla aquí, rescatandome de esta soledad. Era cortés al hablar,
risueña, educada, y hablaba con sencillez.
―Aún no
me dices tu nombre?― le pregunté.
―Marina.―
Respondió sonriendo― y el tuyo.
―Jaime.
―Es un
placer Jaime.
Extendió
su mano para estrecharla y se la estreché con suavidad. Su mano era delicada,
fina y pequeña, sin embargo apretó con fuerza mi mano, y nos mirábamos a los
ojos sonriendo, sin decir mucho, como si nuestra conversación se entablara con
miradas y sonrisas, y una que otra
palabra ocasional. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo apareció de la nada? como si la
marea de la oscuridad la hubiera traído o las olas del destino la hubieran arrastrado hasta mi costa.
Marina
era hermosa, su cabello negro volando con la brisa del mar cuyo aroma era dulce
e intenso, y sus labios, esos labios finos y rosas, suaves, hipnotizantes; no
sé si era su palabra que me tenía así o los besos que se ocultaban en ellos. Me
aventuré a probar su boca interrumpiéndola. Un delicado beso aventurero,
tanteando el hermoso mar de su boca, la calma de ese misterio oceánico que ella era para mí. Para mi sorpresa correspondió mi beso.
Acarició
mi mejilla, miró tan profundamente mis ojos con tal ternura que penetró mi alma
y llenó todo mi vacío.
―Te
contaré algo Jaime― Dijo mientras me miraba con esa ternura en los ojos. ― Yo
he vivido aquí mucho tiempo, desde que era niña. Mi padre era pescador y mi
madre vendía artesanías en el pequeño mercado del puerto. Todos los días mi
padre llevaba lo que había pescado para vender en el mismo mercado, y mi madre
siempre estaba ahí, retocando algunos jarrones, haciendo collares de cuencas, o
pulseras de madera. Mi padre se quedaba perplejo con su belleza, tan sencilla y
encantadora. Y un buen día mi padre no puede más, rompe con su propia timidez y
su miedo, y se acercó a mi madre mientras ella trabajaba en un collar. Mi padre
preguntó que hacía, y ella sonriendo le entregó aquel collar en el que
trabajaba para él, cuyo dije era un corazón de madera con un “A” tallada en
medio, y no dijo más debido a que era muda, pero parecía que hablaba con la
mirada. Mi madre siempre le llevaba un paso a adelante a mi padre ―Agregó
Marina―. Y desde ese momento estuvieron juntos. Siempre fueron amorosos conmigo
y me criaron aquí. Mi madre, a pesar de no poder hablar, nunca tuvo problema
para trasmitirme su amor y su cariño. Era una mujer tan llena de dicha y
alegría, con un amor inigualable, y fue una pena y una tristeza tan grande
cuando un día enfermó gravemente y lamentablemente murió. Sus cenizas
bendecidas fueron arrojadas al mar en una caja que mi padre talló con la barca
en la que salían a navegar juntos. Fueron días tristes y lluviosos. Pero
entendimos que su amor y su alegría aún brillaban cada mañana pues la
guardábamos en nuestros corazones. Cuando cumplí 15 años, mi padre zarpó en
marzo, una de las mejores temporadas de pesca, pero también las más peligrosas.
Siempre que salía a altamar, se persignaba y decía “me aventuro al corazón del
océano donde tu duermes, Aurora. Protégeme, o bien, si ya es hora, llévame
contigo.” Y besaba aquel dije que mi madre había hecho en un principio para él.
Yo aquella vez tenía un mal presentimiento, y le pedí a mi padre que no fuera.
Miró mis ojos, beso mi mejilla y me entregó aquel collar tan preciado, y me dijo
que no temiera, que mamá estaba siempre protegiéndonos, y prometió regresar. Y
después de diez años aún sigo esperando.
Hubo un
silencio. No supe que decir después de esto que me había contado. Pero le miré
sus ojos que se cristalizaron y su sonrisa se había vuelto frágil. No supe que
hacer, se me conmovió enteramente el alma.
La
abracé con afecto por un instante, no sé si para calmarla a ella o para
calmarme a mí, pero la abrace, sonrió después y me dijo “mira” y me mostró
aquel collar que su padre le había entregado. Ya se veía algo desgastado, pero
la esencia de aquel amor aun se sentía. Le sonreí y ella a mí.
―Posiblemente
mis padres estén en el corazón del mar esperando por mí. ― dijo apoyándose en
la baranda del pórtico y mirando el mar.
―Como
dos estrellas de agua ― susurre.
Me
volvió a mirar. Se acercó, y ella era ahora la que me besaba a mí. Como no
corresponderle, sí besaba con una dulzura inimaginable, y la suavidad de esos
labios, y sonreía en mis labios como si algo le brotara del corazón y a mi
sangre llegaba. No sé, sensaciones inexplicables, cosas inimaginadas,
inesperadas, sorprendentes, que en una noche de soledades no esperas. Y no me
atrevo a decir que nos besábamos a la luz de las estrellas, sino a la luz de la
esperanza.
La ceñí
contra mi cuerpo con delicadeza; se ve tan frágil y su piel exquisita, blanca,
suave como espuma de mar. La besé, “la besé tantas veces bajo el cielo infinito“,
decía aquel verso en el que grave su esencia. Me miraba, me miraba con
esos ojos de misterio y ternura. Tomó mi
mano y me llevo adentro. La acorralé contra la pared antes de entrar a la
habitación con ansias de ella y me miraba, acaricié su largo cabello negro,
rocé su hombro y una atracción irresistible por su piel me hizo acercar mi boca
a su cuello y sentir su sublime sabor. Se liberó de mi con sensualidad, camino
hacia dentro de la habitación quitándose el vestido blanco que traía y dejándolo
a medio camino y exhibiendo sus largas piernas al caminar hasta la cama. Hicimos el amor hasta el amanecer, y lo ultimo que recuerdo fue que ella durmió en mi pecho, tan cerca a mi corazón como mi sangre, y me quede dormido al oir las suaves olas del mar y su respiración.
III
Alborada
Desperté pocas horas después con la tibia esencia de un beso. El dulce aroma del mar y la brisa inundaban la habitación. Los rayos del sol atravesaban la ventana. Percibí el exquisito aroma de Marina en la almohada, abrí mis ojos y no estaba. La busqué en la cocina y nada. Fui a la terraza y nada. Se había marchado. Me sobrecogió una tristeza tan amarga. "Mi corazón la busca, y ella no está conmigo." Me ahogue en el silencio de mis sueños que se quedaron en la cama.
Me puse ropa limpia. Preparé café, y mientras lo bebía pensaba en todo lo ocurrido de anoche, si fue un sueño o fue real. No pude quedarme con la duda. Me dispuse a salir y buscarla. pero ¿En donde empezar? Así que empece a caminar por la orilla del mar y tocando algunas puertas preguntando por ella, hasta que al fin tope con el muelle y el mercado, y seguí preguntando por ella hasta que uno mujer me pudo decir algo
―Hacia ya varios años había una niña llamada Marina que aguardaba a su padre por su regreso siempre en este mismo muelle. Todas las tardes venía y miraba fijamente el horizonte aguardando a que cumpliera aquella promesa que él le había hecho. Pero al poco tiempo, desprevenidamente, un huracán golpeó con fuerzas estas costas. Y en esa terrible tormenta Marina se encontraba en el muelle como siempre. Y dicen que fue devorada por una gran ola, siendo arrastrada al corazón del mar. Era una pobre niña de apenas diecisiete años que jamás conoció otro amor que el de su familia.
―Esto no puede ser cierto ¿Como usted sabe tanto de esto?
―Porque yo era madrina de aquella pequeña niña.
No supe como afrontar esta realidad. Estaba paralizado. Agradecí por la historia y me marché sin decir nada más. ¿Qué era entonces lo que había sucedido? ¿A caso fue solo un sueño o realmente una aparición? No supe como interpretarlo. Llegué, me tiré en la cama nuevamente entristecido, y sin comprender como era todavía posible que el aroma de Marina aun se sintiera en mi almohada. Y es entonces que bajo esta salía un hilo negro. Levanto la almohada y ahí encuentro el collar de Marina. Lo miro detalladamente y al reverso del dije de madera en forma de corazón hay una "M" tallada también. Lo miré un largo tiempo, hasta que noté como se apagaba el cielo y la noche llegaba. Salí de la casa hasta la orilla miré un largo tiempo el horizonte ya oscurecido con tantos pensamientos sobre la noche anterior... sobre Marina. Miré el collar una vez más y lo arroje al corazón del oceano donde guardo todos los recuerdos de aquella noche que me dejó.
Me puse ropa limpia. Preparé café, y mientras lo bebía pensaba en todo lo ocurrido de anoche, si fue un sueño o fue real. No pude quedarme con la duda. Me dispuse a salir y buscarla. pero ¿En donde empezar? Así que empece a caminar por la orilla del mar y tocando algunas puertas preguntando por ella, hasta que al fin tope con el muelle y el mercado, y seguí preguntando por ella hasta que uno mujer me pudo decir algo
―Hacia ya varios años había una niña llamada Marina que aguardaba a su padre por su regreso siempre en este mismo muelle. Todas las tardes venía y miraba fijamente el horizonte aguardando a que cumpliera aquella promesa que él le había hecho. Pero al poco tiempo, desprevenidamente, un huracán golpeó con fuerzas estas costas. Y en esa terrible tormenta Marina se encontraba en el muelle como siempre. Y dicen que fue devorada por una gran ola, siendo arrastrada al corazón del mar. Era una pobre niña de apenas diecisiete años que jamás conoció otro amor que el de su familia.
―Esto no puede ser cierto ¿Como usted sabe tanto de esto?
―Porque yo era madrina de aquella pequeña niña.
No supe como afrontar esta realidad. Estaba paralizado. Agradecí por la historia y me marché sin decir nada más. ¿Qué era entonces lo que había sucedido? ¿A caso fue solo un sueño o realmente una aparición? No supe como interpretarlo. Llegué, me tiré en la cama nuevamente entristecido, y sin comprender como era todavía posible que el aroma de Marina aun se sintiera en mi almohada. Y es entonces que bajo esta salía un hilo negro. Levanto la almohada y ahí encuentro el collar de Marina. Lo miro detalladamente y al reverso del dije de madera en forma de corazón hay una "M" tallada también. Lo miré un largo tiempo, hasta que noté como se apagaba el cielo y la noche llegaba. Salí de la casa hasta la orilla miré un largo tiempo el horizonte ya oscurecido con tantos pensamientos sobre la noche anterior... sobre Marina. Miré el collar una vez más y lo arroje al corazón del oceano donde guardo todos los recuerdos de aquella noche que me dejó.
Enrique Urueta